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SOMOS LAS CARAS DE LA ONU

Silvia Romero también contribuyó a dibujar esta visión del CINU, que consiste en ofrecer un servicio de información al público en general.

 

Se unió al equipo a partir de 1988, como secretaria de dirección, después de trabajar varios años con UNICEF en la reconstrucción de la Ciudad de México después del terrible terremoto de 1985.

 

“La gente ve a la ONU como algo muy abstracto. Pero el trabajo es muy concreto”, dice. “Hay acciones, negociaciones, todo lo que existe en los informes, las notas. Es necesario orientar a la gente, mostrarles cómo orientarse en la inmensa labor de la ONU”, dice. “Esto es lo que estábamos haciendo: ayudar los directores, pero también las personas. La gente buscaba información, gente de todo el mundo”.

 

Anayeli Mendoza, actual asistente de dirección, concuerda cuando dice que “el objetivo más importante para mí en la oficina del CINU, es brindar atención a todas las solicitudes que recibimos”.

 

"Cada día me decía: Soy la cara de la ONU, tengo que ser amable, atenta, dar una buena imagen de la organización”, dice Silvia con una amplia sonrisa. “La gente se vuelve familia, una hermandad”.

 

“Siempre fui muy orgullosa de mi trabajo”, continua. “Como ciudadana”. Silvia se acuerda de la lucha que se organizó en contra de los feminicidios en Juárez y en el Estado de México, en 2009, una violencia que la tocó muy de cerca: una familiar de Silvia fue víctima de feminicidio. “Armamos una campaña muy grande, 25 días de activismo, marchas y ruedas de prensa. Trabajamos muy de la mano con ONU Mujeres, que en esa época se llamaba UNIFEM”.

 

También vio cambiar el mundo, llegar las poderosas máquinas de comunicación. Como todos, se adaptó. Aún ahora, sus manos juegan como las de un solista en las teclas de la computadora, recordando sus años como taquimecanógrafa. “Me costó despedirme de mi máquina de escribir”, dice, sin parar de sonreír. “La conservé para emergencia, fue mi herramienta de trabajo durante muchos años”.

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