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EL MENSAJERO DE LA ONU

La historia comienza en 1947, cuando la joven ONU desplegó por primera vez su bandera azul bajo el cielo de México. El CINU es la voz de la ONU, es su centro de información, y Raúl es su primer mensajero.

 

Raúl Flores tiene 17 años cuando se presenta, emocionado, al CINU para ser contratado como mensajero. “Una casualidad del destino”, precisa el originario de Guanajuato. Al principio no conocía la ciudad. Su sueldo es de 3 pesos al día, el trabajo de lunes a sábado, para transportar el correo, las maletas diplomáticas (que en realidad son sacos) o los periódicos.

 

En esta época, el CINU tiene estatus de embajada. Rafael Fusoni, su primer Director de 1947 a 1955, de nacionalidad argentina, desarrolla los lazos diplomáticos en México de la Organización recién nacida. Raúl recoge la correspondencia de la Cancillería.

 

Unos años después, el ecuatoriano Miguel Albornoz (1961-1967) empezó a direccionar el trabajo del CINU más hacia la gente. Raúl sigue el tercero Director en las escuelas, las universidades, en las colonias retiradas. “Llegaban invitaciones de todas partes. La ONU se daba a conocer”, cuenta.

 

Cuando llega de Nueva York el primer aparato de cine, Raúl aprende cómo manejar el proyector - su "prueba de fuego" - encender la linterna mágica. “Empecé a aprender. Y me gustó. Logré dominar la grabadora”, dice. “El oficial de prensa daba una charla, y yo me encargaba de hacer la proyección”.

 

"La propaganda de la ONU”, como él la llama todavía, consistía en dar a conocer los principios y acciones de las Naciones Unidas en las escuelas, a través de reuniones, conferencias y proyecciones de películas educativas.

 

Como Los Hijos de la obscuridad, una película sobre la delincuencia infantil en México, que tenía el apoyo de la UNICEF y se estrenaba en las escuelas. “Un mensaje para la juventud”, insiste Raúl.

 

Las películas pasaban por Relaciones Exteriores de México, confía. Octavio Paz, quien, entre 1953 y 1959, fue Subdirector de Organismos internacionales de la Cancillería, revisaba el contenido. “Por ejemplo, nos quitaba escenas de ceremonias religiosas prehispánicas de Michoacán”, relata Raúl. “‘Son demasiado mochos’, él decía. ‘Pero ustedes tienen la palabra’”.

 

Otros personajes ilustres pasaron por el CINU, se acuerda Raúl. Como Carlos Fuentes, cuyo padre Rafael, era diplomático. “Carlitos entró para hacer boletines de prensa, prepararse como periodista. Su primera oportunidad fue en el CINU. Su vena de escritor empezó aquí”.

 

Raúl grabó también en su memoria la carrera en ciclismo México-Cuernavaca que se organizó en el Día internacional de las Naciones Unidas en 1954. “Competimos con los colores de la ONU. Javier Martínez Cesar Ortiz, el Director Adjunto, seguía con su coche, mostrando la bandera de Naciones Unidas. Y se ganó”.

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